domingo, 8 de marzo de 2009

TRES NAÚFRAGOS, DOS BALSAS



Precioso mar el de la vida, quien como éste unas veces, las menos, está en total calma y muchas otras innavegable con fortísimo oleaje que nos zarandea a su antojo no habiendo fuerza humana que la supere, sí mental; pensando fríamente ¡pero esto es tan difícil! sin duda alguna como tantas otras veces reitero luchar contra los sentimientos es batalla perdida.
Tú sabedor eres la balsa de salvación para quien no voy a nombrar, que se ha agarrado a ti con todas sus fuerzas consciente en cuanto visualice un barco se encaminará hacia el mismo sin meditar que será de ti en mar abierto y que con toda probabilidad tu final sea estrellarte con el primer obstáculo o rotas las cuerdas que unen tus troncos sólo quedarás en eso: maderas dispersadas sin dirección alguna.
Y paradojas de la vida, pienso no eres consciente que a la vez, tú balsa de salvación al menos cuando sientes tu vida peligra por fuertes oleadas, soy yo. Lo fui en su momento cuando carecías de fuerzas para seguir luchando contra marea y lo soy ahora en esos momentos de flaqueza en que los brazos carecen de fuerza para simular los remos que te ayuden a llegar a tierra.
Dos balsas, tres náufragos, uno navegando sobre ti con la mar en calma, otro, tú, sobre la balsa que sólo utilizas cuando la tempestad y el oleaje precisa de la consistencia y firmeza que te asegure jamás dejará te ahogues y esa tu balsa no soy otra que yo. Nos queda un tercer náufrago que creo no es preciso indicar quien es. Consciente carece de una tercera balsa queda expuesto a las inclemencias del mar(la vida) que sabe no puede flaquear y seguir dando brazadas sin intención de llegar a tierra; sabe su misión es mantenerse a flote para cuando de la misma precise ese segundo náufrago hasta que al igual que el primero divise un barco y ya con la seguridad de saberse salvado, no dedique tiempo alguno en pensar que será de la misma en mar abierto.
Pero así es la vida, nos asimos a aquello que precisamos egoistamente para seguir viviendo sin pensar que el objeto o persona al que nos hemos asido, quedará injustamente sin agarres y a la deriva



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