¿Incongruente verdad? pero sólo en lo referente al título a continuación os doy mi parecer: Sé, sin duda alguna soy atea, no creo en ese Dios que me enseñaron las monjas en mi infancia, pero creo ciegamente en el Dios al igual que en el Demonio que hay en cada uno de nosotros.Claro que Dios existe, el mismo se nos muestra cuando precisamos de cualquier tipo de ayuda y nos la brinda desinteresadamente nuestro semejante. Igualmente, vemos en el día a día al Demonio que igualmente nos posee a todos sin excepción en algunos momentos, cuando negamos nuestra mano a quien precisa de ésta para incorporarse. Creo en el cielo e infierno,pero pienso no hay distancia entre ellos, ambos están en la tierra. Todos alguna vez al sentirnos felices, relajados hemos pronunciado la frase: Me encuentro en el cielo o cuando por el contrario padecemos un contratiempo que nos hiere o sufrimos con el sufrimiento de la gente que queremos, también decimos: Esto es un infierno y no sé como salir de él. Luego está más que claro la existencia de Dios y Satán, del cielo e infierno, pero seamos consecuentes y no busquemos donde nada vamos a encontrar. Todo ello está en nosotros mismos y quienes nos rodean, no es justo nos dejemos engañar por cuantas mentiras nos ha inculcado la iglesia con el sólo fin de tenernos sometidos de forma sutil y solapada. Y perdón si con estas mis palabras puedo herir la sensibilidad de personas creyentes, reitero yo también creo, pero en el ser humano que es quien posee lo bueno y malo y quien nos hacer vivir en el cielo o infierno. Me viene a la mente una pequeña estrofa del por mi admirado Víctor Jara, canto-autor ya fallecido ( por decirlo suavemente) y es la siguiente:
" Hay un asunto en la tierra, más importante que Dios y es que nadie escupa sangre, para otro vivir mejor"
"Aquel Dios del que me hablaron, ¿dicen vela por los pobres? tal vez sí, o tal vez no
pero es seguro está al lado de los que viven mejor"
Por ello soy atea en lo relacionado al Dios del que habla la iglesia, pero creo ciegamente en ti, porque sé cuando tenga hambre de conocimiento, tú me vas a enseñar cuanto sabes al igual que saciarás mi sed de soledad con tu compañía, por eso desde aquí: Gracias Dios por estar ahí.
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